EVOLUCIÓN DE LA ESTRUCTURA DEL PODER EN TALAMANCA[1]
Carlos Borge Carvajal
Antropólogo
1988
La memoria popular talamanqueña acusa a la Chiriquí Land Company, subsidiaria de la United Fruit Company, de alentar y pagar las muertes de Antonio Saldaña, BLu de Talamanca y de José Saldaña heredero al cargo. Desde aquellas muertes por envenenamiento en el año de 1910, cuando los estudiosos de Talamanca hablan de Antonio se refieren a él como “el último Rey de Talamanca”; como el hito histórico que marca la destrucción del sistema sociopolítico de los bribris y cabécares, como el fin de la resistencia de los talamancas a perder su autonomía, el golpe definitivo y demoledor a la cultura autóctona de aquella región del sureste de Costa Rica fronteriza con Panamá en el Caribe.
Pero los bribris y cabécares no sólo siguen ocupando esos territorios ancestrales, han crecido poblacionalmente y se han extendido territorialmente. Muy al contrario de otros pueblos indígenas del país, allí se observa un alto nivel de organización, una efervescencia por tomar las riendas de la solución de sus problemas y un persistente rechazo a que “otros” los representen.
Las manifestaciones culturales-materiales y espirituales no son idénticas a las descritas por William Gabb a finales del siglo pasado (Ferrero: 1978), ni a las que se describen para la primera mitad del presente siglo (Borge y Villalobos: 1987); sin embargo siguen siendo propias y particulares de Talamanca, aún se denota una cultura aparente y esencialmente distinta al resto de Costa Rica. Talamanca ha cambiado profundamente, pero en un estilo sui géneris con respecto al resto de la Nación.
Las estructuras de poder en la actualidad son distintas a las del siglo pasado; ellas son más correspondientes formalmente al marco legal y constitucional de Costa Rica pero, con un contenido político que busca incesantemente la autonomía y con formas de ejercicio del poder que se fundamentan en las viejas costumbres del cacicazgo; aunque ahora las decisiones sean más consensuales.
En Talamanca las treinta comunidades cuentan con sus organizaciones comunitarias de base. Además desde 1987 se han creado numerosas organizaciones de objetivos variados como asociaciones de productores, asociaciones comerciales, asociaciones de mujeres, asociaciones culturales y otras. Tanto grupo significa la presencia de muchos dirigentes principales, los cuales constantemente negocian y se ponen de acuerdo para enfrentar a los agentes foráneos que los molestan. Sin embargo, es común que no existan acuerdos absolutos sobre cuestiones de política doméstica. Es cierto que existen unos cinco líderes de altísimo prestigio con todo el conjunto de la población indígena e incluso con influencia en las pequeñas comunidades negras de la costa, pero su poder no es incuestionable y absoluto; siempre los veremos en el juego de la negociación para conseguir sus objetivos.
Mucho de este juego lo encontramos constantemente en la historia política y militar talamanqueña. Es la clave para entender como los distintos embates militares, religiosos, políticos y económicos que han sufrido no han logrado desaparecerlos y menos conquistarlos. Numerosos jefes religiosos, políticos y militares lograron que el asesinato o muerte en combate de uno de ellos no afectara la estructura y el ejercicio del poder.
Para conocer la estructura política actual es necesario remontarse a dos preguntas ¿por qué y cómo dos pueblos con idiomas distintos han compartido la misma estructura de poder? ¿cuál ha sido el ámbito de autoridad de los poderes religioso, político y militar? Seguidamente se hará un breve repaso de la historia original de los talamancas y su territorio.
En las historias de creación del mundo y del nacimiento de los talamancas que se cuentan de generación en generación, ese espacio –la Cordillera y el Valle de Talamanca- ocupa un lugar primordial que lo coloca como centro del mundo y del universo. Tanto que los rasgos geográficos más importantes como los cerros, los grandes ríos, las lagunas, las grandes rocas y los valles representan simbólicamente los hitos de la cosmogonía de los Bribri-Cabécar y de su historia heroica.
En uno de los cerros Sibö creó la roca que luego sería la tierra; de una caverna salía el murciélago que chupó la sangre de la niña y de la cuita del animal saldría el suelo fértil que cubrió la roca; en otro cerro se crearon los vientos y la lluvia, en otro creó a los indios tirando al valle semillas de maíz y les enseñó a bailar el BôLtakuLum, el BôLkuLu y cantar el SôLbom; en una laguna viven los espíritus dueños del bosque y allí se llevan las semillas para que germinen con fuerza; otro lugar representa al mundo de abajo y otro al mundo de arriba; una enorme roca es el símbolo del poder militar ya que allí colocaban los cráneos de sus enemigos como acción ejemplificante, otra caverna es donde se guardan los objetos de oro y piedra considerados sus totems. En fin, todo el espacio está lleno de significados y simbolismos y ello ha provocado las más feroces respuestas de los indígenas cuando diversos enemigos a lo largo de la historia han pretendido ocupar el mismo lugar.
Estos hitos geográficos y mitológicos son guardados tanto por los bribris como por los cabécares según en el área territorial en donde se ubican. La mayoría de los indios no los visitan y es prohibido que los no indígenas lleguen hasta ellos. Algunos de estos lugares incluso desaparecen mágicamente como Amika o Tamika (cueva de la madre en donde se ocultan las figuras de oro y piedra).
Cuando Sibö creó el mundo y los hombres dejó Talamanca para los Bribris y los Cabécares. Por desobediencia echó a los Borucas y a los Tureski (Tariacas para el autor), los Teribes y los Guaymíes se los dejó como vecinos en otras tierras. Los Bribris y Cabécares se consideran una misma etnia, parientes provenientes de un mismo tronco familiar que se dividieron en dos mitades, ellos consideran que sus antecesores comunes eran “la raza de los antiguos, los SuLaLma”. Así lo cuenta el Suwá.
El Suwá es una especie de código ético, religioso, cultural y social que Sibö les dejó a bribris y cabécares para ordenar la sociedad y la relación de ella con la naturaleza. Ambos pueblos, se han regido por dicho cuerpo de normas que está contenido en historias y canciones que conocen y cuentan los especialistas en el tema; hombres y mujeres.
Sus lenguas están íntimamente relacionadas en fonología y sintaxis. Pero se notan diferencias en la semántica, muchas veces por consonantes y vocales más o menos y en otras con palabras distintas. Son muchos los hablantes de ambas lenguas (bilingüismo) y los que no lo hacen, pueden entender en general lo que está diciendo el hablante de la otra lengua. Ambos grupos reconocen una lengua original que es la misma usada actualmente por los Awapa y los TsôkoLpa para cantos de curación y de bailes antiguos.
Territorialmente se ubican los Bribris en el sureste y los Cabécares en el noroeste, pero es común que por intercambio matrimonial se asienten en territorios distintos al correspondiente. Las cuencas de los ríos Urén y Lari pertenecen al primer grupo y las cuencas altas y medias de los ríos Cóen y Telire al segundo. En general los bribris viven en tierras más planas del Valle y los cabécares en tierras onduladas y quebradas de la Cordillera.
Además de la lengua y el territorio, se nota una diferencia fenotípica entre ambos pueblos. La mayoría de los Bribris son de poca estatura, pechos y espalda amplia y musculosa, brazos cortos y robustos, cuello corto y grueso, rostro redondeado y de expresión fuerte. Unos son de pelo lacio y algunos de ellos tienen el pelo ondulado por su cruce con negros, chiricanos y otros centroamericanos. Los Cabécares son altos, delgados, de facciones suaves y pelo liso y renegrido; ellos se cruzan muy poco con otras gentes que no sean Bribris y Cabécares.
En carácter el Bribri es alegre, conversador, toma confianza rápidamente con los extraños y es muy egocentrista, o sí se quiere etnocentrista. Le gusta hablar en las reuniones, discutir y es determinante en sus comentarios y toma de posición. El Cabécar es callado, cuidadoso en sus modales y conversación, no gusta de relacionarse más que lo indispensable con los Sikuas (o extranjeros) y a veces se muestra sumiso frente al Bribri.
Desde tiempos inmemoriales los Bribris se han ocupado de la guerra, la política y el comercio. Los Cabécares han dominado el campo de lo mágico y lo religioso. Ha sido una alianza estratégica que ha funcionado contra todos los enemigos: los Sikuas o mexicanos, los Tureski o Tariacas, los Boruca, los Kasawak o Miskitos, los Teribe, los Esapañoles, la Chiriquí Land Co. y todos los modernos intrusos. Cuando los bribris ya no pudieron por medio de la diplomacia o la fuerza detener a los enemigos, actúan los segundos con sus grandes poderes mágicos que desatan la fuerza de los ríos, sacuden la tierra; se transforman en enormes y fieros tigres y águilas que devoran a los enemigos; echan males sobre sus tierras y hacen que la gente se enferme extrañamente.
Esta especialización se expresa en el diseño de la estructura del poder que estuvo vigente hasta principios de siglo (figura 2), en donde el Kpá proveniente del clan de los UsekôLpa era Cabécar y el BLu perteneciente al clan Salwak era Bribri. El Kpa se ocupaba de los asuntos esotéricos, religiosos, mágicos y de la comunicación con Sibö. El BLu se encargaba de los asuntos civiles, productivos, comerciales y de la guerra. Los cronistas del siglo pasado comparaban al primero con el Papa de la Iglesia Católica y al segundo con un Rey. Tal parece, según diversos informantes, que el BLu estaba sujeto al Kpá debiendo rendir tributo y pleitesía cada vez que lo visitaba en San José Cabécar al mando de numerosas comitivas provenientes del Valle.
El último Kpá murió en los años cincuenta y por nombre ficticio los talamanqueños lo recuerdan como don Segundo. Era un hombre rico, de modos sobrios y gustaba vestir con ropa blanca las pocas veces que bajó al Valle. Su hija Elsa Fernández del clan ULabruwak, recuerda el inmenso respeto que todos los indios debían tenerle como apartarse del camino por donde transitaba, no mirarlo a los ojos, jamás darle la espalda, servirle alimentos primero que a los demás y ofrecerle la mejor hamaca para que descansara. Este Kpá ofreció una gran resistencia a la compañía bananera, esta una vez logró capturarlo y lo tuvieron amarrado a un árbol de javillo durante cuatro días, una noche se escapó; refiriendo la tradición oral que lo hizo convirtiéndose en tigre. Precisamente esa es la cualidad que le atribuyen a todo el clan de los UsekoLpa, destacando los informantes que ellos tienen ojos como tigre y que la huella que dejan cuando caminan es como la mano de dicho felino (Rodríguez G., c.p.: 1991).
Del clan que provenían los Kpá solo quedan dos mujeres y unos pocos hijos quienes residen en la montaña alejados del contacto con los extranjeros y viviendo conforme a tradiciones muy antiguas y particulares. Ellos no deben realizar trabajos agrícolas, así que se mantienen con el trabajo que aportan otros miembros de la comunidad y con regalos que constantemente les son ofrecidos. Por ejemplo los cabécares de Chirripó organizan grandes comitivas que caminan cuatro días cargando bultos con regalos como sal, baterías para focos, radiorreceptores, rifles, balas, ropa y diversos artículos para ofrecer a esa familia. Se quedan unos días arreglando la finca, reconstruyendo sus viviendas y preparando los terrenos para las siembras. Según cuenta don Abel Mora de Alto de Chirripó “nosotros pagamos cuota a los jefes de nosotros que están en Talamanca, yo nunca he ido pero mando mi dinerito o un regalo para que ellos nos den medicina para los siembros y curen la semilla de maíz que vamos a sembrar. Tengo unas grandes ganas de ir a Talamanca a conocer y que un Jawá me cure del reumatismo, allá están los grandes doctores de nosotros” (Mora, A., c.p.: 1992). Incluso algunos negros de la costa han pagado tributo para que desaparezca alguna enfermedad de sus cultivos, tal el caso de la monilia del cacao en la década pasada.
Del clan de los SaLwak solo quedan unos pocos miembros, a los cuales se les tiene respeto pero no se les reconoce autoridad política alguna. Una semana después de que Antonio Saldaña fue envenenado, su sobrino José sufrió la misma suerte en el año 1910. Quedaba para asumir el mando el joven Ramón Almengor, a quien el Gobierno de Costa Rica le comunicó tajantemente que desconocía su derecho dinástico y que si se atrevía a restaurar su poder lo expulsarían inmediatamente de Talamanca para confinarlo en otro lugar del territorio nacional. Ramón murió de tuberculosis en 1922 mientras estudiaba en el Liceo de Costa Rica, fue sepultado en el Cementerio General de San José. Quedaban los hijos de su hermana Victoria, pero ella se casó con un nicaragüense, abandonando el país en los años cuarenta y desprendiéndose de las siete bellas y simbólicas águilas de oro que pendían del cuello de Antonio. Las vendió por $40 a una arqueóloga norteamericana que supuestamente las mantiene en su colección privada en los Estados Unidos de Norteamérica.
Según uno de los más importantes dirigentes actuales de Talamanca, Guillermo Rodríguez (c.p.. 1993), la Chiriquí Land Co. y el Gobierno de Costa Rica realizaron una acertada represión selectiva porque el clan o ditsewô (semilla) de los SaLwak desapareció casi por completo y que ellos sabían muy bien que el poder se heredaba por línea materna. Los pocos sobrevivientes habitan en Coroma y Kachabri; podrían en algún momento alegar sus derechos a ejercer el poder, pero la comunidad es probable que no se los reconozca porque ya ejercitan formas de poder más democráticas y consensuales. El mismo Rodríguez considera “sería un anacronismo rescatar formas de ejercicio del poder superadas por la historia, el cacicazgo no tiene ya cabida en la actual Talamanca” (c.p.. 1985).
Para el mismo dirigente, los autores de la muerte de los Blupa no supieron que la estructura del poder tenía tal complejidad, permitiendo salvar partes de la misma, las cuales se convirtieron en nuevas fuentes de poder y autoridad local. Fue el caso de los Awapa (nombrados sukias por los foráneos), quienes asumieron importantes roles antes correspondientes exclusivamente a los UsekoLpa y a los TsokoLpa y garantizaron la reproducción del pensamiento ideológico; así como de la cosmología talamanqueña. Se reforzó más el carácter de autoridad para el Awá de mayor edad dentro del clan y sus criterios sobre asuntos comunales eran atendidos respetuosamente por los miembros de los clanes afines.
Los UjtekoLpa eran ayudantes del BLu y ejercían como principales de cada caserío; en las guerras eran los jefes militares que comandaban a los guerreros o Yeriapa. Muchos de ellos lograron sobrevivir al embate represivo de la Chiriquí e incluso organizaron el hostigamiento permanente contra la misma cortando las matas de banano, descarrilando trenes, destruyendo puentes, envenenando la comida de los empleados y otras acciones. Luego se convertirían en los dirigentes de la reocupación del Valle al final de los años treinta, jugando papeles muy importantes hasta los años setenta.
Al final de esa década se perfiló un nuevo tipo de dirigente político, lo era más por su preparación académica que por su ascendiente en las viejas estructuras del poder. Toda la década de los ochenta vio surgir decenas de líderes, algunos lo fueron efímeramente pero la mayoría siguen ocupando distintos cargos en las organizaciones locales.
Sin embargo, la pertenencia a determinado clan sigue pesando en la definición de quien sí y quien no puede ser dirigente. Diversos informantes señalan que los Kasawak y los Dojkwak no tienen ninguna posibilidad de dirigir a los talamanqueños porque sus clanes “no sirven para eso”. Personalmente conozco dos casos de ambos clanes que por interés, en diversas ocasiones han propuesto sus nombres para algún cargo y son rechazados fácilmente. Al contrario existen clanes como el TuboLwak o el Sibriwak a los que se les atribuyen especiales poderes para lograr el consenso entre diferentes partes; a los mismos pertenecen algunos de los más importantes dirigentes actuales o ellos están casados con gentes de ese clan.
En Talamanca pueden existir unos cincuenta dirigentes legítimos, entre mujeres y hombres, jóvenes y ancianos. Todos ellos tienen su cuota de poder que es respetada generalmente por los demás. Esos dirigentes cuentan con un nivel de escolaridad regular e incluso algunos han tenido estudios universitarios y parauniversitarios. Bastantes de ellos han participado en diversos cursos, talleres, seminarios y congresos que se realizan a nivel nacional e internacional. El nivel político y técnico de ellos es bastante alto si lo comparamos con las dirigencias indígenas de otras zonas del país.
Ellos son dirigentes de una gran diversidad de organizaciones que se ocupan de fines como el comercio interno, el comercio del plátano, la producción agrícola, el rescate cultural, la organización de las mujeres, la educación, la defensa del medio ambiente, la defensa de los derechos indígenas y el desarrollo comunal. Es común que algunos de los dirigentes lo sean de tres y más organizaciones o que tengan mucha influencia en varias, aunque no ocupen cargos directivos más que en una.
Esta gran cantidad de dirigentes locales asusta a los organismos externos que tratan con los talamanqueños y el fenómeno inmediatamente lo califican de divisionismo y obstáculo para ejecutar proyectos. Esa cantidad de dirigentes ha sido sin embargo, la clave del gran nivel organizativo de la zona y del logro en las distintas luchas que han encarado. Ellos tienen divergencias de métodos pero en general coinciden en los fines del desarrollo, de la defensa del territorio y la cultura.
Hoy día, cada valle entre los ríos y cada localidad asentada allí parece gozar de una relativa autonomía sobre las decisiones que le atañen directamente. Pero, en asuntos globales que afectan a Talamanca se ajustan a lo que el consenso de los más importantes dirigentes ha logrado decidir. Es el caso de la posición frente a las concesiones mineras que se tramitan en el Ministerio de Energía, Minas y Recursos Naturales o del Proyecto Hidroeléctrico del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) que pretende construir una presa para los años posteriores al 2020, la cual inundaría todo el Valle de Talamanca.
Sobre ambos existe una negativa frontal y total a aceptarlos, siendo poco lo que puedan lograr los agentes externos encargados de convencerlos o imponerles dichos proyectos. Es curioso el caso de la pretendida represa hidroeléctrica, ya que sabiendo que es un proyecto a largo plazo, ha empezado a generar las primeras reacciones locales que hablan de la gran pelea histórica de principios del siglo XXI. Ellos no dudan que ganarán en este enfrentamiento y ya empiezan a prepararse para la batalla legal y política con el Estado costarricense y e ICE. Los mismos funcionarios de nivel bajo y medio del ICE que realizan los estudios de prefactibilidad han empezado a sentir lo incómodo del ambiente y las primeras presiones a que los someten los indios.
Históricamente, los más altos niveles de organización y unidad que han alcanzado los talamanqueños han sido como respuesta a agresiones externas. El caso más reciente fue la lucha que dieron contra la Refinadora Costarricense de Petróleo, la cual realizó exploraciones petroleras entre los años ochenta y ochenta y cinco. Al final la lucha se resolvió a favor de los indígenas, por medio, según ellos, de la intervención de los más grandes Awapa quienes se reunieron para “trancar los pozos de RECOPE” usando sus poderes sobrenaturales. Coincidentemente, en las mismas fechas se suspendieron las exploraciones por haber llegado a un horizonte geológico que ya no ofrecía las posibilidades esperadas.
Talamanca ha evolucionado en sus estructuras de poder y organización; fácilmente se adaptan a nuevas formas legales como las asociaciones civiles y las sociedades anónimas. Frecuentemente recurren a las instancias legales establecidas a nivel nacional, para dirimir sus disputas con los agentes externos. También han empezado a tener un peso importante en los foros nacionales e internacionales con propuestas novedosas sobre el desarrollo de comunidades indígenas y la defensa de sus derechos.
[1] Sin publicar.